viernes, 22 de enero de 2010

La batalla del Ketchup

En estos dias de calor veraniego, no hay nada mejor que las terrazas al aire libre, a poder ser cerca de la brisa maritima. Aquellos refugios tambien aptos para que los fumadores puedan disfrutar de los placeres del tabaco sin temer sancciones dinerarias o carcelearias. Idilios en los cuales disfrutamos de las fragancias tipicas de la epoca (las sardinitas fritas y fritanga en general, el aceite de sol de coco, etc.) y en los cuales a ritmo de la cancion de verano se mueven no solo los pies sino tambien los bikinis y correspondientes rellenos a la luz del sol menguante. Pero dentro de todo este paraiso para todos los sentidos nos acecha unos peligros insospechados, agazapados para ponernos en ridiculo en el momento menos oportuno. Tiene que ver con la Industria del embalaje.

¿Quien no ha tenido una vez un percance con aquellos artefactos rellenos de azucar en un intento de endulzar su café?¿O quien no ha terminado convirtiendose en benefactor de las palomas, gaviotas y demas aves discurrientes por nuestro cielo en el intento de abrir un recipiente-trampa de patatas fritas con el correspondiente resultado de derrame patatal sobre la acera? Y todo esto porque en un intento de los productores de azucarillos, mostaza, mayonesa, ketchup y otras delikatessen culinarias de crear puestos de trabajo, han pasado a empaquetar y soldar todo en el afan de mantener la fecha de caducidad lo mas cerca posible del año 3529.
Dicho lo cual, uno se encuentra de repente en la susodicha terrazita, disfrutando de los placeres que esta nos brinda, cuando sin mas y con la mas absoluta inocencia realizamos el pedido al camarero, que aparte de la correspondiente caña, contiene la racion de comida rapida tipica y autoctona de estos sitios, consistiendo en una frikandella con patatas. Ya al finalizar el pedido, nos percatamos de que algo inexplicable se acerca, a decir por los rostros de las personas que han ido tomando sus puestos privilegiados, que les permite tener absoluta visibilidad sobre el espectaculo, similar a la formula 1, siempre conservando la distancia prudente para no encontrarse en situacion de peligro y observando con sus miradas penetrantes cualquiera de tus movimientos sin perder detalle.

Nada mas recibir nuestro manjar, nos percatamos del paquetito pequeño de plastico, ligeramente inflado en la zona central, rectangular de unos tres por un centimetros y en el cual podemos leer, aparte de la palabra Mayonesa, “Abrir aqui”. Ya que necesitamos el contenido para darle algo de sabor que no sea a aceite a las patatas acartonadas, nos disponemos a utilizar este artefacto; y comienza el drama.

Coges con una mano el sobre y tiras por la zona descrita según las instrucciones. La bolsita sale volando por encima del soporte de la lona gracias a cierta elasticidad que se le concede a estos artilugios, y vuelve a nosotros evidentemente sin haberse abierto. Despues de unas diez veces repitiendo este ritual, ya conseguimos hasta apuntar y dar en el helado de la holandesa de unos 73 años sentada 5 mesas mas alla, consiguiendo su opinion al respecto signada en nuestra cara. Dada la evidente ineficacia de este sistema, cojemos un cuchillo y, no sin antes haber dedicado una medio sonrisa bobalicona a nuestros espectadores, conseguimos sin ningun esfuerzo cortarnos en un dedo. Solo los usuarios colericos pasarian, llegado a este momento, a tirar la bolsita al suelo y dedicarle un taconeo tipical espanish encima suyo, despues de lo cual la bolsa sigue cerrada sin inmutarse.

Nosotros sin embargo nos hemos propuesto mantener la calma y seguimos insistiendo en los intentos de salir victoriosos. Lo ponemos en horizontal, mordisqueamos con los dientes y vamos apretando poco a poco y – ZAS- ya lo hemos abierto despues de dos horas de arduo trabajo, en el mismo momento en el que vemos ese hilillo de liquido desplazandose por nuestra camisa de lino, del color de los deshechos de aquellas gabiotas que hace solo unos instantes estabamos admirando. Es la mayonesa, cuya bolsita en la que se encontraba se abrio por atrás. De este hecho aprendemos, que la mayonesa aparentemente no pudo leer las indicaciones de “Abrir aqui”, por lo que decidio realizar su salida por el lado opuesto. Hecho esto, tratamos de simular esta situacion untando las patatas en la mayonesa de nuestra camisa, como si fuera lo mas normal del mundo buscando con la mirada otra bolsita con la cual obtener nuestra vendetta. Una vez la tenemos intentamos el mismo procedimiento invirtiendo la presion para hacer que ahora el preciado liquido salga por delante. Aparentemente la presion aplicada no fue la correcta, ya que al no ver la mayonesa donde deberia estar alzamos la vista y la encontramos pegada en las gafas de nuestro acompañante.

Decidimos dejar de insistir en lo imposible y terminamos comiendo la frikandela importada con sabor a comida de lata y las patatas acartonadas, sin finalmente poder disfrutar del sabor placido de aquella mayonesa de luxe. Para consolarnos y terminar nuestra expedicion culinaria, pedimos un cafe aleman (mas que nada para intentar darle algo de clase a nuestro show) y la cuenta. A medida que se va acercando el camarero se va haciendo el silencio a nuestro alrededor, el cual se intensifica a ser posible, cuando este deposita en nuestra mes un cafeterita de porcelana blanca con su tapita y el correspondiente café. Nadie sin embargo nos advierte que estos aparatos estan hechos por sus creadores para aportar mas alegria a nuestros espectadores, de lo cual nos damos cuenta cuando empezamos a echar el café en la taza hasta aproximadamente tenerla medio llena. Una vez llegado a ese limite, se desprende la tapa de la cafetera y vuela directo y non-stop dentro de la taza. Sale un gran chorro de café de la taza, el cual se deposita en un diametro de unos tres metros en los clientes, de los cuales algunos sufren quemaduras de tercer grado. ¡ Al fin una buena señal ! En este caso al menos sabemos que el café estaba como tenia que estar: fuerte y caliente............

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